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viernes, 29 de abril de 2011

Clasificación del dº chileno

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Clasificación de las leyes

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ANALISIS EL SEPULCRO DE DON QUIJOTE

Parágrafo primero
Incitación a "desempolvar" las esencias quijotescas. ¿No crees, mi amigo, que hay por ahí muchas almas solitarias a las que el corazón les pide alguna barbaridad, algo de que revienten? Ve, pues, a ver si logras juntarlas y formar escuadrón con ellas y ponernos todos en marcha -porque yo iré con ellas y tras de ti- a rescatar el sepulcro de don Quijote, que, gracias a Dios, no sabemos dónde está. Ya nos lo dirá la estrella refulgente y sonora. (...)
Parágrafo segundo
Rechazo del antiquijotismo En marcha, pues, y ten en cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados, en el sagrado escuadrón de los cruzados,
bachilleres, barberos, curas, canónigos o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan ínsulas; lo que debes hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen del programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia dónde cae el sepulcro.
Lucha por nobles ideales, en todo tiempo y lugar. Sigue a la estrella. Y haz como el caballero: endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de ahora y aquí lo de aquí.
Parágrafo tercero
Concepción de la vida como "lucha" ¡Poneos en marcha ¿Qué adónde vais? La estrella os lo dirá: Al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
Parágrafo cuarto
Proclamación de la verdad y de la justicia ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante!

Denuncia de la hipocresía social ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpido!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!


El Sepulcro de Don Quijote
Miguel de Unamuno
Unamuno concibe la vida como una lucha permanente en defensa de la verdad y de la justicia; como un camino que hay que recorrer -en el "aquí" y "ahora" del lector- denunciando la mentira, el latrocinio y la hipocresía donde quiera que se encuentren, y convirtiendo la filosofía quijotesca en norma de conducta vital.
Clara alegoría ésta de la utopía vital a la que aludíamos, que convierte la proclamación de la verdad y de la justicia en el mejor de los caminos para andar por la vida, entendida como lucha continua en defensa de "ideales profundamente humanos".





El texto en su contexto histórico-social
Es evidente la importancia que tiene "el contexto del texto" para poder interpretar adecuadamente una obra e incluso un fragmento de la misma. Y de ese contexto forma parte la personalidad del autor, muy condicionada -como es el caso de Unamuno- por las circunstancias históricas en las que le tocó vivir, con todas las implicaciones ideológicas, políticas, sociales y de cualquier otra índole que tales condicionamientos históricos implican.

Unamuno publica la Vida de don Quijote y Sancho en 1905, "coincidiendo por acaso, que no de propósito, con la celebración del tercer centenario de haberse publicado por primera vez el Quijote. No fue, pues, obra de centenario." (según afirma el autor en el prólogo de la segunda edición). Y es que Unamuno se confiesa quijotista, y no cervantista: don Quijote y Sancho, más que una invención de Cervantes, son creación del pueblo; y de su "entraña espiritual" los extrae Cervantes para ofrecernos su interpretación personal, que no es la única posible. De ahí que "debe quedarnos a otros libre el tomar su obra inmortal como algo eterno, fuera de la época y aun del país, y exponer lo que su lectura nos sugiere".

Unamuno efectúa una interpretación "religiosa" del Quijote, al que considera como una Biblia. La locura de don Quijote es ansia de inmortalidad, perspectiva que entronca con su pensamiento filosófico -y desde la que va comentando los diferentes capítulos de la obra-. Y la incitación de Unamuno a que rescatemos entre todos el sepulcro de don Quijote -empresa que el texto propone- implica marginar a los personajes antiquijotescos de la novela cervantina -demasiado frecuentes en la España del 98- y convertir la vida en una lucha continua de proclamación quijotesca de la verdad y la justicia. Precisamente las palabras del final del segundo párrafo, ahora y aquí, "trasladan" el mensaje del texto al instante preciso en que lo lee el receptor, más allá de un tiempo y un espacio concretos; y, de esta manera -insistimos una vez más-, la invitación de Unamuno a sus "amigos" -a nosotros lectores- para que, en su compañía, desempolvemos las esencias quijotescas y las convirtamos en el motor de nuestra vida tiene plena vigencia: hablamos de la proclamación de la verdad y de la justicia.

Ni que decir tiene que Unamuno puso en práctica estas ideas en la vida real, y que se granjeó fama de hombre íntegro -que dice las verdades abiertamente y sin tapujos-, lo que le trajo no pocos problemas: fue apartado de la cátedra y del rectorado de la Universidad de Salamanca, desterrado por Primo de Rivera y confinado en Fuerteventura... Pero, al igual que Fray Luis de León, pronto volvió a sus ocupaciones universitarias -tras la caída del dictador- y continuó con su utopía vital, esa a la que todos somos llamados y que, a la larga, consigue transformar la realidad social para hacerla más justa y fraterna. ¿O acaso Sancho no acabó siendo ganado por la locura quijotesca?

Y una precisión más -en este contexto-. A la locura de don Quijote, los personajes antiquijotescos -"bachilleres, barberos, curas..."- oponen la razón ("itinerario", "programa"...). De aquí que Unamuno, en relación con el lugar exacto del sepulcro, afirme que "gracias a Dios, no sabemos dónde está"; y que una "estrella refulgente y sonora", de resonancias auténticamente bíblicas- será la encargada de orientar y guiar el camino hacia ese sepulcro que hay que rescatar del poder de dichos personajes. Clara alegoría ésta de la utopía vital a la que aludíamos, que convierte la proclamación de la verdad y de la justicia en el mejor de los caminos para andar por la vida, entendida como lucha continua en defensa de "ideales profundamente humanos". Esta posición ante la existencia la condensa Machado en estos conocidos versos: "Caminante, no hay camino./ Se hace camino al andar." Y, en este sentido, la dignidad moral de la persona queda noblemente ensalzada en el fragmento de Unamuno.

La expresión: el uso de la lengua
El texto refleja a la perfección el temperamento polémico de Unamuno: "Hay que provocar descontento, hay que agitar los espíritus, hay que suscitar cuestiones, preguntas, dudas. Tiene que despertar de su modorra el pueblo español" -dejó dicho. El estilo empleado -con un lenguaje en el que son frecuentes los imperativos, las interrogaciones retóricas, las oraciones exclamativas, las continuas elipsis, así como un léxico fuertemente coloquial- subraya la profunda carga emotiva que produce en el autor la idea de "rescatar el sepulcro de don Quijote"; emotividad a la que no es ajena esa apelación al lector -las "almas solitarias" con las que Unamuno entabla un "monodiálogo- para participar en tan emotiva empresa.